Historias de la Biblia, ciudades perdidas, Lawrence de Arabia… Jordania está asociada a multitud de leyendas románticas. Es un país que debería rebosar de turistas, sin embargo, los conflictos de Oriente Próximo han mantenido a las masas alejadas. Pero no hay que dejarse engañar: Jordania es, por lo general, un lugar tranquilo. Más que eso, es uno de los países más acogedores y hospitalarios, y ni siquiera reina ese machismo tan inquietante que se respira por toda la región. ¿En qué otro país puede el viajero dejar sus pertenencias en la calle durante horas y confiar en que todavía va a encontrarlas cuando regrese? ¿En qué otro país gentes totalmente desconocidas invitan al turista a su hogar, sin que ello signifique que son los propietarios de un comercio de alfombras?
Pero Jordania no es únicamente esa amistosa taza de té con los nativos; es también el escenario de dos de los parajes más espectaculares de Oriente Próximo. Petra, la antigua ciudad de los nabateos, inundada de visitantes, es una de las ruinas más cautivadoras del mundo. Para una experiencia ligeramente más contemplativa, hay que visitar el paisaje desértico de Wadi Rum, que fascinó a Lawrence de Arabia y ha empujado a más de un visitante a enfundarse el típico pañuelo palestino (kaffiyeh).